Medalla de plata

En el segundo puesto

Este fin de semana has jugado dos finales y no has ganado ninguna. 4-2 en fútbol. En baloncesto el triunfo se te ha escurrido entre los dedos en los últimos segundos y por un solo punto.

Durante el campeonato, el sudor, el esfuerzo y algún que otro bufido te han llevado al borde del llanto y del desaliento.

La decepción ha hecho aflorar en ti sentimientos amargos de esos que a veces nos depara la vida. Una voz inaudible te ha susurrado al oído que el trabajo a menudo no produce frutos a corto plazo.

Después de secarte las gotas de sudor, dar la mano al árbitro, abrazar a los rivales, recoger el material de la cancha o las porterías de la playa, llega el momento de recibir la medalla, un instante que permanecerá en la memoria de todo niño y adolescente. Esa medalla que dice que eres subcampeón de Guipúzcoa dentro de unos años traerá a tu mente ideas importantes: que hay que seguir trabajando porque aún tienes mucho margen de mejora o que, aunque te esfuerces al máximo, debes seguir aprendiendo a tolerar la frustración.

Te darás cuenta de que ese color plateado que se te antojaba gris se vuelve dorado cuando miras a tu alrededor y escuchas los aplausos de las familias, el entrenador y el público.

La alegría de saberte admirado y respetado por todos convierte tu pena en sonrisa. La emoción que sientes por ese deporte que amas acelera tu corazón. Estoy seguro de que tu nerviosismo se acompasa a tus latidos en una montaña rusa de sensaciones contradictorias.

Pensarás que esa medalla de plata significa que has estado cerca de la victoria, pero te invito a mirar más allá. Gracias a tu trabajo, a la ayuda de tu entrenador y al apoyo de tu familia, aprenderás muchas cosas, cosas que tienen más importancia que el color de una medalla. Llevas una mochila llena de valores, esfuerzo, amigos y experiencias. La vas a necesitar para coronar la montaña de retos que la vida pondrá frente a ti. ¡Guárdala y cuídala bien!

Aitor Uriondo
Director de Axular Lizeoa
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